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domingo, 8 de mayo de 2016

Ricardo Flores Magón

“Ricardo Flores Magón”Eduardo Blanquel


La publicación del libro de Eduardo Blanquel, Ricardo Flores Magón y la Revolución mexicana, y otros ensayos, es un acto que se asume desde su origen como tardío, ya que era una asignatura pendiente de una comunidad, la de los historiadores formados en la Facultad de Filosofía y Letras a lo largo de varias generaciones que transitaron por las aulas entre los años sesenta y ochenta. Este pendiente sólo pudo ser posible por el carácter obstinado de Josefina MacGregor; el esfuerzo implicaba sumar voluntades y trabajo. Había que emprender la tarea de seleccionar, editar y prologar. Este esfuerzo no hubiera sido fructífero sin el apoyo de El Colegio de México y de quien dirige esta institución, Javier Garciadiego. En el prólogo, Josefina MacGregor nos hace saber los vínculos de Blanquel con esta institución y la relación que guardó con Daniel Cosío Villegas. Esta información nos permite ubicar el lugar social de enunciación del Flores Magón de Blanquel. Su investigación no era un trabajo de tesis aislado, era parte de un proyecto colectivo e institucional: la Historia Moderna de México, cuyo primer tomo data de 1955, y el de la Historia de la Revolución Mexicana.

La obra historiográfica de Blanquel está inserta en un momento de vigor intelectual de las humanidades en México y en un giro de la historiografía de la revolución mexicana que acentúa la profesionalización de su ejercicio. El movimiento revolucionario y las luchas antecedentes vienen a ser escritas desde los años cincuenta con un afán no memorialista ni de justificación o legitimación, con miras a la explicación del acontecimiento, diría el maestro Blanquel dentro de su vena historicista, es decir, un estudio para su comprensión. Una historia de las ideas cuya aportación no se dilucida si no se tiene un referente panorámico de la historiografía del magonismo o temas ligados a este movimiento. Del centenar de textos que aluden a Ricardo Flores Magón y al Partido Liberal Mexicano (plm) podemos encontrar claramente, y siguiendo una división de corte generacional, los textos escritos por aquellos que simpatizaron o participaron en el Partido Liberal Mexicano, o vivieron la época revolucionaria. Textos impregnados de carácter memorial donde se reconoce la necesidad de los autores por dar a conocer los hechos vividos por ellos y con la intención de que no sean olvidados de la memoria de los hombres, obras que entran en el grupo temático: la huella como responsabilidad. En este rubro, podríamos señalar la bibliografía organizada por el Grupo Cultural “Ricardo Flores Magón”, que en los años veinte se dio a la tarea de publicar las obras de este revolucionario, entre artículos periodísticos, cuentos y obras de teatro. A este momento también pertenece la primera biografía de Ricardo, escrita por Diego Abad de Santillán y que lleva por título Ricardo Flores Magón: el apóstol de la revolución social mexicana, y las primeras memorias como la de Blas Lara. La etapa del recuerdo, la añoranza y la justificación, se continúa a lo largo de las décadas siguientes. En 1933, Eugenio Martínez (hombre cercano a Juan Sarabia, importante magonista) escribió sobre algunos de los dirigentes del plm; en el '41, Donato Padua Candido escribió sobre el movimiento obrero en Veracruz y las actividades del Partido. Para cerrar este momento, donde la faceta memorialista da paso a la del historiador profesional podríamos citar el trabajo Ricardo Flores Magón y el Partido Liberal Mexicano, de Ethel Duffy (ex esposa de John Kenneth Turner), publicado en 1960 y que escribió con el apoyo económico de Lázaro Cárdenas. Blanquel consultó las principales obras de esta etapa. La transición de la historiografía memorialista de los temas vinculados con el magonismo se dio en 1955, año de grandes cambios en la manera de historiar. Por primera vez, se hace historia en equipo, siguiendo un modelo empresarial, basado en la división del trabajo. Me refiero a la obra dirigida por Daniel Cosío Villegas, Historia Moderna de México, que marca un hito en la historiografía contemporánea. Dentro de los textos aparecidos en ese año está Historia de la Revolución mexicana. La etapa precursora, de Florencio Barrera Fuentes y publicada por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (inerm), institución que editó también varias de las obras que nos acercan al conocimiento de los pelemistas. Del segundo lustro de los cincuenta, son los trabajos de Mario Gill, Moisés González Navarro (1957) con su Vida social del porfiriato, parte de la Historia Moderna de México y que es una fuente importante para Blanquel; habrá que añadir el texto sobre la huelga de Cananea de Manuel González Ramírez y la obra de Pablo Martínez de 1958. Parte de esta tradición historiográfica se continúa en los sesenta, donde encontramos el trabajo de Blanquel, que data de 1963, y un año después apareció el texto de José Muñoz Cota, Ricardo Flores Magón. Un sol clavado en la sombra. Para 1968, la veta magonista se extendió a Estados Unidos con el trabajo de James D. Cockroft, quien primero consultó el estudio de Blanquel y lo sigue para explicar el acendrado anarquismo del movimiento. La primera edición en español se realizó en 1971 bajo el sello editorial Siglo Veintiuno Editores.

En los años setenta, entraron en la escena historiográfica los historiadores estadounidenses, como John Hart Mason quien se interesó en la reconstrucción de la historia de los anarquistas. Hablar del anarquismo en México y no relacionarlo con el magonismo, hubiera sido de fatales consecuencias. En esa década los nuevos intelectuales de izquierda en México se iniciaron en los temas magonistas; en 1972, Armando Bartra seleccionó y editó varios artículos aparecidos en Regeneración. Su interpretación del movimiento dio un vuelco cuando estableció una severa crítica en torno de los trabajos anteriores a los que acusó de ser versiones constitucionalistas y obregonistas de la historia y, por tanto, desde ese mirador el magonismo es desvirtuado al concluirse que la causa de su derrota fue su intransigencia y ver en los trabajos del Partido Liberal Mexicano tan sólo un movimiento precursor. Sus dardos apuntan especialmente al trabajo de Florencio Barrera Fuentes. Desde este balance, releí el trabajo de Blanquel y me pregunté si las críticas de Bartra también apuntaban a éste, dado que el tí­ tulo del trabajo podría ubicarlo perfectamente: El pensamiento de Ricardo Flores Magón, precursor de la Revolución mexicana, y sin embargo, no es así: el problema de Blanquel es mucho más teórico, ver en el tiempo el devenir del pensamiento del presidente del plm y explicarlo por los contextos, Blanquel le llama “circunstancias particulares”: el eje conductor del análisis es la historicidad. Además, se preocupa por encontrar las fuentes teóricas de Flores Magón y sus correligionarios cercanos, por medio de sus escritos de distintos momentos, para determinar “qué autor o autores los influyeron verdaderamente, a cuál doctrina se acercaron más y cuáles pudieron haber sido las razones de su elección”. Éste fue su interés, resultado de una reflexión teórica y metodológica. Para eso, Blanquel ha leído cuidadosamente los catálogos de autores anarquistas tanto españoles como rusos que llegaban al país. Su lectura de Bakunin, Kropotkin y Malatesta fue atenta, lo que le permitió encontrar las glosas que sobre estos autores realizó Ricardo Flores Magón, tras explicar magistralmente la naturaleza del pensamiento anarquista, distinguir los matices entre un autor y otro, y explicar el porqué de esa forma de pensamiento. (Diríamos en nuestros días que lo que Blanquel hizo fue una historia de corte cultural donde se enfoca como objeto de estudio a los libros y a los lectores.) Con claridad indaga en las raíces que se encuentran detrás del pensamiento anarquista hasta abrevar en los trabajos de Spencer y de Darwin y la manera cómo las interpretaron los anarquistas; así, el pez grande que se come al chico y que se utiliza para justificar la desigualdad social en función de un orden natural, era, según Kropotkin, una mala lectura: faltaba leer el resto de la obra de Darwin donde se enfatizaba en los sentimientos morales y en la complacencia de los animales en su sociedad. Dice Blanquel, citando al autor ruso, que existe una simpatía natural que no entiende Darwin como compasión o amor, sino como sentimiento de compañerismo, elemento fundamental de la revolución social. A manera de un telar, Blanquel va entretejiendo una serie de tramas que permiten formar una urdimbre que liga positivismo con liberalismo y con el anarquismo, finalmente interpretado por el maestro como un liberalismo radical y en donde confluyen también las influencias del socialismo ético de Tolstoi. Estas interpretaciones del positivismo spenceriano, realizadas por un anarquista, las vincula con el mundo de los científicos y al positivismo de Barrera, y de esta manera, aterriza la realidad que vive y de la que es consciente Ricardo Flores Magón. El mundo de las ideas, formado por las lecturas y reformulado ante una realidad específica: el México de Porfirio Díaz. No hay dicotomía entre el mundo de las ideas y la realidad concreta. Esto le permite afirmar: “Todos los elementos sociales y mentales que hasta aquí hemos descrito serán los que junto con sus experiencias en la política de oposición a Porfirio Díaz presten unidad y sentido a la etapa del ideario magonista que empieza a manifestarse con mayor claridad desde 1908”. Advierte, no obstante, que los escritos de Magón no siempre tienen un orden lógico y claro porque su valor es propagandístico, y no pretenden realizar una doctrina desarrollada. En poco menos de 30 páginas analiza, con gran capacidad sinté­ tica, el pensamiento de la dirigencia pelemista en sí, y ha quedado atrás el análisis de las influencias, pero faltan las particularidades, los valores en que se sustenta, sus aspiraciones, y la búsqueda permanente de salir al encuentro de la generosidad y de la solidaridad. Estos valores innatos se pierden por la existencia de la propiedad privada y es así como Blanquel analiza la forma en que Ricardo dio el salto para desconfiar de la democracia. Al descubierto se pronuncia por “el derecho de vivir es los que queremos los liberales”; en forma encubierta dirá al costo que sea. El cambio está dado cuando dice: “ve a la lucha proletario, toma la tierra, pero no para ti solo, para ti y para todos los demás, pues de todos es por derecho natural”. La obra de Blanquel escapa a las críticas que enunció Bartra hace ya muchos años, su mirada sobre el magonismo no es ya la del constitucionalismo legitimador. La interpretación del episodio de Baja California se inserta en un tono explicativo que le da una coherencia a los actos de Ricardo Flores Magón, y su toma de decisiones, no pretende calificar el hecho, sólo explicarlo desde la comprensión y ésta se da dándole voz, asunto que, señaló Blanquel, nadie había realizado y ésta es una de las aportaciones de la obra. No obstante, sus trabajos sí entran en las interpretaciones precursionistas en torno del magonismo. El Magón de Blanquel es un precursor de la Revolución y es tan consciente de ello que lo explica: La imposibilidad teórica de su éxito fue lo prematuro de sus concepciones, es el suyo el caso típico del precursor, del que está antes del curso mismo de los acontecimientos, del que empieza a verlos claros cuando sus contemporáneos no los vislumbran siquiera. Tendido como un puente entre dos, expresó el drama de toda transición. Pero tuvo conciencia de ello y optó por un extremo, el de los que según el mismo decía, “marchan más aprisa, van adelante”. En este sentido, Ricardo Flores Magón es visto como precursor, y Blanquel tiene muy claro que la Revolución que pretendía el magonismo era muy distinta a la del maderismo, esto quedó claro en 1911 cuando el pronunciamiento anarquista fue público, pero en 1906 la Junta del Partido Liberal Mexicano pugnó por la creación de un Estado verdaderamente democrático y de beneficio social: es este primer magonismo el que coincide con el proceso de la revolución mexicana, y el otro indica un cambio de dirección. Aunque señala Blanquel que el programa del Partido Liberal de 1906 no condujo a la acción revolucionaria, tampoco fue un patrimonio ideológico de los grandes sectores que participaron en el movimiento, aunque tuvo el gran mérito de reflejar fielmente la realidad mexicana. El trabajo de Blanquel mantiene su vigencia a pesar de que lo escribió hace 40 años y que hoy, finalmente, se encuentra cerca de la mano de los lectores en general y de los interesados, en particular, por el magonismo.


En la publicación editada por El Colegio de México, Josefina Mac Gregor seleccionó otros textos de Eduardo Blanquel como artículos y reseñas que aparecieron en distintas publicaciones. En “A propósito de biografías”, texto aparecido en Historia Mexicana en 1961, Blanquel sigue paso a paso la operación historiográfica de Alberto Morales Jiménez cuando escribió Hombres de la Revolución. Su mirada crítica lo llevó a cuestionar que Morales fuera tan maniqueo y judicial con el tema que aborda, cosa que le da pauta para sugerir los elementos necesarios que debe cumplir un trabajo que se centre en biografías. El primero de ellos: ver en los personajes claroscuros y no sólo luces y sombras, y un segundo elemento es ubicarlos en un fondo histórico. Esto lo lleva a afirmar lo siguiente: “Nunca entenderemos ni haremos entender una idea si la vaciamos del momento histórico en que se genera y frente al cual es una reacción”. Este trabajo nos permite seguir la faceta de ensayista de Blanquel. El tercer trabajo elegido, “La Revista Positiva de D. Agustín Aragón y la historia de la ciencia en México”, originalmente fue publicado en las Memorias del Primer Coloquio Mexicano de Historia de la Ciencia, evento realizado en 1963; en su ponencia, Blanquel rescata la figura de Agustín Aragón, hombre que, a su parecer y contrario a lo que señalaba Antonio Caso, superó las limitaciones mentales de su época. Además la lectura de sus obras resulta, decía Blanquel un perfil fundamental para acercarnos al clima de opinión de su época, caracterizada por un gran vigor intelectual. Analiza el pensamiento de Aragón y lo ubica como positivista, pero no porfirista y gran crítico del grupo denominado los “científicos”. De acuerdo con las normas blanquelianas, para acercarse a una vida, el contexto debe ser claro, así lo hace en este ensayo. Blanquel fue un hombre preocupado siempre por su presente y de ahí que culmine su participación, tal y como terminaba sus clases, en un tono admonitorio: “La ciencia no puede ser, no debe ser, sino aquello que en cualquier circuns­tancia coadyuve a las necesidades verdaderas de un determinado momento histórico”. A estos trabajos le siguen brevísimos ensayos: “La primera constitución nacional”, “Transformación del héroe en estatua”, “La Revolución Mexicana” y el “Esquema de una periodización de la historia política del México Contemporáneo”. En cada uno de ellos, se observa una frase, aún más un gesto característico del profesor e historiador Eduardo Blanquel. Finalmente, habrá que decir que la publicación de esta obra es un paso de gran importancia en la recuperación de la obra del maestro, para que las nuevas generaciones logren conocerlo y las mayores, recordarlo.

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